En 1901 Benito Pérez Galdós prologaba la magistral novela de Leopoldo Alas, La Regenta, en su tercera edición. La novela, a pesar de ser extraordinaria, había corrido con mala suerte desde el principio, prueba de ello es que nadie quiso prologarla en su primera edición de 1894 (Tomo I) y 1895 (Tomo II). Me detengo, sin embargo, en las palabras de Galdós sobre la labor de editores y autores para que la obra literaria continúe su ciclo vital después de la publicación:
“Hermoso es que las obras literarias vivan, que el gusto de leerlas, la estimación de sus cualidades, y aun las controversias ocasionadas por su asunto, no se concreten a los días más o menos largos de su aparición. Por desgracia nuestra, para que la obra poética o narrativa alcance una longevidad siquiera decorosa no basta que en sí tenga condiciones de salud y robustez; se necesita que a su buena complexión se una la perseverancia de autores o editores para no dejarla languidecer en obscuro rincón; que estos la saquen, la ventilen, la presenten, arriesgándose a luchar en cada nueva salida con la indiferencia de un público, no tan malo por escaso como por distraído.” A veces, especialmente los escritores, nos olvidamos que no basta con escribir la obra y menos aún con publicarla: hace falta alimentarla, darle vida fuera del proceso de la escritura, echarla a andar. Galdós lo sabía, como intuía seguramente el turbulento futuro de La Regenta. Por ahora, quedémonos con las palabras del genial escritor. Y sí, para que los libros vivan hay que mantenerlos vivos.
0 Comments
Leave a Reply. |
Sobre la AutoraPoeta, editora y traductora es catedrática de Creación Literaria en el Departamento de Escritura y Estudios del Lenguaje de la Universidad de Texas-Río Grande Valley. Archives
October 2020
Categories |